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Plantación de semillas de rabanitos |
La lluvia no cesa. El aire golpea contra la casa como si el lobo del cuento de los tres cerditos soplara sin descanso y las hojas del hibiscus no logran mantenerse erguidas. Dos tímidos tomates aguantan los envites del otoño y un pimiento resiste como si fuera un náufrago sobre unas tablas de madera en mitad del Atlántico
─¿Qué miras por la ventana?
─Las macetas.
─Pero si solo hay tierra. Antes tenías ahí plantadas unas florecitas de colores, ¿no?
─Sí, unas petunias.
─Bueno, tú ya sabes que a mí la botánica nunca se me ha dado bien, amor.
─A ti sólo te interesa la economía y el derecho.
─No te metas conmigo.
─No lo hago.
─¿Te ocurre algo?
─Estoy preocupada. Hace una semana planté unas semillas de rabanitos.
─¿Y?
─No ha brotado nada. Me imagino que el frío lo impide, pero me hacía tanta ilusión...
─¿Quieres que me acerque a la frutería y compre unos rabanitos?
─No, no me gustan.
─No te entiendo.
─Yo tampoco.