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Los calabacines en el bancal. Falta glamour, sobra ilusión |
─Lo siento, debo irme 10 días a Brasil para reunirme con los abogados de allí y ver qué estrategia seguir con la demanda que han interpuesto a uno de nuestros clientes con negocios a ambos lados del Altántico. Me da mucha rabia que no puedas venir, pero... ─Mis oídos escuchaban las explicaciones de mi marido mientras mi mente gestaba nuevas ideas. Le observé, simulé una triste mirada al estilo "cordero degollado" y le tranquilicé.
─Cielo, no te preocupes, sabes que es bueno que de vez en cuando nos echemos de menos. Además, Brasil te va a encantar.
Aguanté mis ganas de dar botes por la casa. Por fin iba a estar diez días sola para poder ejecutar mi plan: levantar parte del césped del jardín, planificar un huerto terrenal y plantar toda la producción de mis semilleros. En mi mente bullían cientos de ideas para mi "Huerto-Florida" (¡algún nombre debía tener para que Fifí no se enfadara conmigo!).
Una vez que mi marido partió rumbo al paraíso, llamé a Franklin Garden, le expliqué mi plan y le supliqué que me dejara las herramientas necesarias para comenzar. Al cabo de una hora él estaba allí con todos sus artilugios: azadas, rastrillos... Insistió tanto en ayudarme que no me pude negar y compartimos una mañana de trabajos forzados. ¡Menuda paliza!
Por ahora es un inicio, unos pequeños bancales en los que he plantado lechugas (uf, no sé si aguantarán), calabacines y pimientos de padrón.
Una ilusión que se multiplicó por mil al divisar en un campo cercano unos ciervos que brincaban con saltos gráciles sobre la pradera. Naturaleza, divino tesoro.
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El calabacín |
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Ciervos reales |
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Las lechugas parecen mustias. ¿Me sorprenderán? |
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