sábado, 9 de julio de 2011

Pepelu y su cactus

Rojo pasión entre espinas de cactus

Mi amigo Pepelu es otro adicto al cultivo de plantas y hierbas aromáticas. La terraza de su ático está plagada de macetas con perejil, albahaca o hierbabuena. En el interior de casa esconde sus joyas más preciadas, las orquídeas, que mima con ternura y dedicación. La otra mañana me mandó desde el Norte la imagen que ilustra este blog: la flor de un cactus que trajo hace más de veinte años de Francia. Florece cada verano y despierta una sonrisa en su cara cada vez contempla su bella y roja flor.
¡Felicidades, Pepelu!

PD: Fifí está deseosa de conocerte y ya no sé qué excusas darle. Por favor, llámala, que me está volviendo loca. ;-)

martes, 5 de julio de 2011

Orquídeas para la depresión

Nuevas adquisiciones: dos orquídeas y la "planta desconocida"


Ring, ring. Fifí me telefoneó antes de las once de la mañana. Además de despertarme, su fuerte timbre de voz hizo que mis legañas rebotaran por la cama y mi corazón acelerara sus palpitaciones.
─Nena, acabo de hablar con Maca (Macarena, para los no íntimos) y hemos organizado un día de compras para ver si logramos animarte y qué nos cuentes tus desgracias. Estás tan rara últimamente...
─Fifí, te lo agradezco, pero realmente estoy muy deprimida, la ansiedad se me ha agarrado al estómago y no sé cómo superar esta leve depresión... ─Inventé cientos de excusas para esquivar la invitación, pero de nada sirvieron─. De acuerdo, pasa a buscarme a las doce.
Fifí apareció con su estilo rococó: un fucsia estrepitoso sobre sus labios de silicona, pestañas postizas y sus habituales zapatos de tacón. Maca, un poco más discreta, movía sin para la cabeza para mostrar su melena después del alisado japonés. Las elogié con sus palabras para hacerlas felices.
─Ay, estáis ideales.
Sonrieron.
─Tú vas como siempre, con tu estilo propio que nada te favorece ─rió Fifí que no soporta que no vista a la moda y en verano me ponga vestidos finos del mercadillo y calce unas alpargatas.
Después de dos horas de tortura por todas las tiendas del centro de Madrid el malhumor se reflejó en mi cara, debía huir. 
Mi móvil sonó. Llamaban de una compañía de telefonía móvil para ofertarme no se qué. Era mi oportunidad. Cogí el móvil, empecé a interpretar mi guión y me compadecí del pobre operario que no debía entender absolutamente nada.
─Sí, cariño, no te preocupes. Ahora mismo voy. Sí, cojo un taxi y en un instante estoy contigo. Yo también te quiero. Tranquilo.
Colgué.
─Chicas, os tengo que dejar, era mi marido. Le ha surgido un problema con unos papeles del banco y debo ir a su despacho. Mañana os llamo.
Rápidamente levanté la mano, paré uno de los miles de taxis que ruedan por la "milla de oro", y escapé de ellas. No tenía fuerzas para contarles que había fracasado en el cultivo de los calabacines, que he sido incapaz de lograr que salieran adelante sus frutos, que en cuanto medían más de cuatro centímetros fallecían, que mi pena es muy grande aunque aún tengo el consuelo de mi hierbabuena, el perejil, el orégano... Solo puedo contar estas desgracias en mi blog porque el resto del mundo no sabe lo que cuesta sacar adelante un macetero-huerto...
Antes de llegar a casa vi una floristería, ahora sí que iba a lograr salir levemente de mi depresión: dos orquídeas y una planta que aún no sé cómo se llama pero que en breve descubriré. Un poco de alegría para mi tristeza.