martes, 2 de julio de 2013

La flor de mi gardenia

La flor de la gardenia


─Nena, respira, venga, respira... ¡Me estás asustando! Por Dios, coge aire o suéltalo... ¡Que te estás poniendo morada! ¡Respira!
Fifí, sin compasión, me golpeó en la espalda hasta que notó que mis pulmones tomaban el ritmo necesario.
─¿Pero por qué no respirabas? Joder, nena, me has dado tal susto que casi se me cae el rímel semipermanente.
─Ay, Fifí, que me ahogo de la emoción, que estoy más feliz que una perdiz, que no me creo el milagro que ha sucedido hoy...
─Pero, ¿de qué hablas?
─La flor, la flor de la gardenia, que este año ha florecido y no quepo en mí de la emoción.
─Tú no estás mal, estás fatal. Vamos, que cuando le cuente a Maca que casi te da un paro cardíaco por una florecita. La verdad, no te aguanto...
─Y ¿qué me dices de la flor del cactus?
─Te odio


La flor de cactus

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