miércoles, 28 de agosto de 2013

La cochina cochinilla, el laurel y el macetero

Macetero reciclado

Ayer por la mañana me ilusioné al escuchar su andar característico, sus tacones acribillando el asfalto y al oler la estela de su penetrante y mareante perfume. Me levanté del suelo, sacudí la tierra de mis pantalones, rehice mi coleta para sujetar los impertinentes rizos que se habían escapado del rebaño de pelos y fui a recibirla a la puerta con una gran sonrisa. Al ver a Fifí me abalancé sobre ella y la abracé con fuerza. Ella, en cambio, se tensó, me fulminó con la mirada y me apartó de malas maneras.
─Nena, aunque no lo creas tengo corazón... No sé por qué lo haces. De verdad, no te entiendo. Con la ilusión que me hacía volver a verte después de las vacaciones...
─¿Qué dices, Fifí? Tenía muchas ganas de verte.
─Entonces, ¿por qué me has insultado?
─¿Yo?
─Sí, te he oído al aparcar el coche. Gritabas como una loca: "¡Fifí, cochinilla, Fifí, cochinilla, cochinilla asquerosa!" No sé por qué me odias... ─sollozó mientras se retiraba una lágrima imaginaria de sus ojos.

La motas blancas, las cochinillas que han atacado al laurel

─Ay, qué imaginación tienes y qué melodramática eres. No te estaba insultando, estaba fumigando el laurel porque lo ha invadido un ejército de cochinillas algodonosas y tengo que aniquilarlas. He limpiado las hojas con alcohol de quemar y parece que funciona, pero temo que alguna asquerosa cochinilla haya saltado al madroño y lo infecte. Mira, ven que te voy a presentar a la cochina cochinilla, mi pesadilla de este verano.
─Entonces, no era a mí a quién insultabas...
─Tonta, a ti te quiero, y si algún día te tuviera que insultar te lo diría a la cara.
─Es verdad, que tú eres muy borde y tienes muy mala leche...
─Además, Fifí, tengo un regalo para ti.
─¿En serio?
─He restaurado un viejo macetero y he plantado un cactus que encontré por los montes de un pueblecito de Teruel y que en poco tiempo ha crecido una barbaridad. Como tú siempre dices que mi carácter es como el de un cactus quiero que te lo lleves para que siempre te acuerdes de mí.
─Nena, hay días que me emocionas, y más cuando muestras un poco de tu arisco corazón. Ay, pero si es divino...