viernes, 16 de diciembre de 2011

Una extraña pareja en París

Les belles gardenias

Somos una extraña pareja en París. La unión imposible del agua y el aceite. Fifí viste de Dior, calza unos peep toe y luce con elegancia su última adquisición, un bolso de Louis Vuitton. Mi imagen no tiene glamour: vaqueros, un jersey de lana enorme, mis amadas zapatillas de deporte y un pequeño bolso marca Nisu ("Ni su padre lo conoce") cruzado sobre mi pecho.
─Ay, nena, me ha dejado rota mi paseo por Fourbourg-Saint-Honoré. ─se queja Fifí mientras sopla levemente sobre el humeante café au lait de su taza─ ¡Qué locura de mañana! ¡No he parado de comprar! No sé por qué no has querido venir conmigo.
─Prefería pasear que ir de compras.
─Eres tan rara como mi segundo ex. Todo el día caminando sin rumbo fijo por las ciudades...
─Me he perdido por el mercado de las flores y los mercadillos de Navidad. ¡Me hubiera llevado todas las plantas para mi jardín!
─Querida, lo tuyo con las flores es un poco obsesivo. No sé cómo se me ocurrió invitar a la ciudad más glamurosa del mundo mundial a una hortelana.
─Sabes que me ha encantado tu súper regalo. Hacía tanto que no venía...
─Ya, ya, pero el año que viene en vez de pagarte un súper viaje te comparé un tractor.
Sonreí por nuestra extraña amistad, por ser tan distintas y, sobre todo, por su regalo: ¡cuatro días las dos solas en París!

¡Ay, que cajitas de bulbos!

 Los escaparates están plagados de motivos navideños

martes, 1 de noviembre de 2011

Noviembre florido

Octubre se despidió con la bella y efímera flor del hibiscus. La última noche del mes, la noche de todos los muertos, los murciélagos, fantasmas y brujas invadieron el jardín. La negritud dejó paso a la belleza. Esta mañana se desperezaba una blanca gardenia y saludaba con sus pétalos a su amiga alegría y a las pequeñas flores de la guindilla. Mi jardín, mi rincón secreto, baila bajo los colores de la primavera  ¿Seguro que estamos en otoño? 

Mi regalo de noviembre, la flor de la gardenia

La alegría del jardín

Las picantes guindillas muestran su bella flor

lunes, 10 de octubre de 2011

Unos cuernos, varios cactus y unas risas


Mi montaje con los cactus de Pepelu.


Los cambios de estación siempre me producen apatía. Me alejo aún más de la gente y cancelo todas mis citas para recluirme en mis silencios, mis libros y, por supuesto, mis plantas. Esta mañana estaba feliz. Mi amigo Pepelu me había mandado vía UPS dos cactus: uno asturiano y otro de su madre que vive en Madrid. Mi mente no paraba de pensar cómo hacer un centro desértico que aunara todas las plantas. Por fin, tuve las ideas claras y empecé a trabajar.
Al cabo de media hora, Fifí entró en casa gritando y con el móvil pegado a la oreja.
-¡¡¡Noooo!!!... ¿Seguro que es ella?.... Dios mío, me he quedado petrificada... Sí, sí, llámame si te enteras de algo.... ¡Qué escándalo!
Colgó descompuesta y me miró con los ojos desorbitados.
─¿Te has enterado del último romance de este verano? No, seguro que no... Bueno, te daré una pista... Ja, ja... Pista, pelota, pala... Increíble.
Sonreí al estilo Gioconda.
─Fifí, me lo has puesto muy fácil: Rocío se ha liado con Damián, el profesor de pádel.
─¡¡¡Ahhhhh!!! ¿Tú lo sabías?, ¿cómo no me lo has dicho? Ay, que me he tenido que enterar por Maca...
─No lo sabía, pero estaba segura que algún día ocurriría.
─Ay, tus poderes de bruja maléfica me sacan de quicio.
─Más bien mis poderes de detective.
─¿Cómo lo has descubierto?
─Lo percibí el primer día que acudimos a clase. Tú eres muy presumida, pero no se te ocurre ir a hacer deporte con la cara pintada.
─No, menuda horterada.
─Sin embargo Rocío ha ido todos los días con dos kilos de maquillaje para tapar las marcas de su acné juvenil, rímel, raya en los ojos y pintalabios. ¿Por qué? Está claro, quería seducir al profesor. ¿Acaso no te diste cuenta de cómo le tiraba los tejos y movía el trasero detrás de las bolas?
Las carcajadas de Fifí me hicieron reír.
─Ay, nena, qué lista eres... Uf, pobre Rocío, es la comidilla del Club Deportivo y como se entere su marido de que sus cuernos son más grandes que los del padre de Bambi le corta el grifo. Oye, qué bonito es lo que estás haciendo con esas flores.
─Son cactus.
─Bueno, lo que sea.
─Toma Fifí, este centro es para ti.
─¿En serio? Es súper ideal. ─Me abrazó con fuerza y me plantó dos de sus besos que dejan carmín en las mejillas smuak, smuak─ ¡Mil gracias! Ay, aunque seas tan fría y arisca hay momento en que me emocionas...
─Anda, no seas melodramática.
─Como diría Melendi, eres tan dura como la piedra de mi mechero... Venga, ahora cámbiate que no llegamos a nuestra primera clase de la temporada de pádel. ¡Qué nervios! ¿Seguirá Damián o tendremos profe nuevo?
─No lo sé, pero quítate ese carmín de los labios que parece que le quieres quitar el amante a Rocío.
─Eres malvada...


Fifí se merece esto y más




lunes, 3 de octubre de 2011

La belleza efímera del hibiscus. El vacío del acebo

La flor del hibiscus o flor del día


Mi monótona vida seguía en calma hasta que escuché el pitido sucesivo, persistente y estrepitoso de un coche. Sí, era mi amiga Fifí con su mano pegada al claxon de su Porsche. Llegó hace pocos días de Sancti Petri ─como toda rica que se precie y destile glamour sus vacaciones abarcan casi dos meses y, por supuesto, jamás viaja a principios o mediados de mes─. 
No pude evitar sonreír al verla. En el fondo echaba de menos sus gritos, su manera de gesticular y su forma de relatarme los últimos cotilleos de los famosillos del papel couché. Salí al jardín, me acerqué hacia la puerta y...
─¿Qué te ocurre? ¿Estás pálida? Respira, alma de cántaro, que te vas a desmayar. ¡¡¡Respira!!!
Escuchaba los gritos de Fifí pero mi cuerpo no reaccionaba, estaba paralizada como si mis huesos se hubieran convertido en acero y bloquearan todos mis músculos
¡¡Plaf, plaf!!
Fifí abofeteó mis mejillas y un suspiro se escapó entre mis labios.
─Tranquila, nena, respira con calma... Venga, despacito para que no te dé un ataque de ansiedad. Relájate...
Apoyé mi espalda contra la pared y me dejé deslizar hasta el suelo. Fifí me abanicaba con la revista del corazón que acababa de comprar y soplaba sobre mi nuca. 
─Ya ha pasado, respira, respira... 
Su voz chillona se dulcificó. Sacó precipitadamente el ventolín de mi bolsillo y me obligó a dar una cuantas aspiraciones. Sentí que el aire invadía mis pulmones y mi cuerpo reaccionaba ante la dosis de oxígeno. Fifí me miraba asustada, temía que me diera un paro cardíaco como le ocurrió a su único y gran amor y me perdiera para siempre. 
─Ya estoy bien, Fifí, perdona por el susto que te he dado.
─¿Pero qué te ha ocurrido?
─Mira el jardín.
Observó de un lado a otro y no vio nada que le llamara la atención. Ella no se percataba nunca de los pequeños detalles.
─Me han robado el acebo.
─¿El qué?
─El arbusto que estaba en la entrada del jardín.
Los ojos de Fifí giraron como los de Marujita Díaz, atónitos y desorbitados.
─¡Que me has dado un susto de muerte porque te ha desaparecido una plantita! Yo por más que lo intento no te entiendo, eres más rara que Belén Esteban. Vamos, por Dios bendito, si seguro que te lo ha robado el jardinero...
─No, Fifí, Franklin Garden es incapaz. Por él pongo la mano en el fuego.
─Pero tú de qué le conoces. ¡Si ni siquiera cuida tu jardín! Eres una ingenua.
La miré con odio y callé. No pensaba decirle que él había estado pendiente de mí todo el verano, que me había aconsejado sobre cómo sanar mis aloes, que confiaba en él. No, jamás le desvelaría mis secretos, jamás le hablaría de mi relación con Franklin o Margarita. Ella no lo entendería y sufriría un ataque de celos porque, en el fondo, solo me tiene a mí. Sé su pasado y, aunque me cueste decirlo, la quiero, quiero a la pequeña Fifí que tiene aprisionada en algún lugar de su corazón, a la Fifí que tanto se parecía a mí y que hace tiempo que desapareció.
Hay veces que la miro y me recuerda a la flor de hibiscus o "flor de un día" porque su belleza efímera solo dura veinticuatro horas y hay que estar muy pendiente de que no se escape ese momento.
Volví a mi ser y callé frente a ella mi dolor, mi ira, mi rabia. La había echado de menos, pero ahora deseaba que se fuera y llamar a Franklin y Margarita para compartir mi dolor por el robo de mi acebo. Ellos sí que me iban a entender. Mi marido y mi amiga, no.


Amor de hombre (Trasdencantia), como el que tuvo Fifí



viernes, 9 de septiembre de 2011

¡Menudo marrón con el aloe!



En la maceta de aloe vera que me regaló Margarita, la secretaria de mi marido, brotaban cientos de esquejes. Emocionada, tomé mis guantes, maceteros, tierra... y los trasplanté para que crecieran y así dedicar un espacio del jardín a plantas medicinales ("Súper fashion", que diría mi amiga Fifí). Feliz con mi idea coloqué las plantas al sol para que creyeran que estaban en Lanzarote y se pusieran más lustrosas. Sin embargo, mi lógica de hortícola de iniciación fracasó. Al día siguiente las aloes se tornaron marrones y perdieron su verdor original. Grité asustada, sin entender cómo en cuestión de horas había masacrado y herido a mis plantas. Rápidamente contacté con mis amigos hortícolas virtuales que me aconsejaron qué debía hacer y llamé a Franklin Garden desesperada para contarle mi desgracia.
─Ay, Franklin, que las aloes se han puesto marrones, están horrorosas y no sé qué hacer. Por favor, ayúdame.
Al cabo de una hora apareció por casa, inspeccionó mi cultivo y empezó a interrogarme:
─¿Por qué las ha puesto al sol?
─Por lógica, estas plantas siempre las he visto en terrenos desérticos y llenos de luz. Supuse que era lo mejor para ellas.
─Se equivoca. ¿Las ha regado?
─Hace dos días. Creo que no necesitan mucha agua.
─Se equivoca. El aloe es una planta de sol, pero hay que tener en cuenta la humedad del ambiente. En Madrid el verano es criminal y el sol pega con todas sus fuerzas. Si desea recuperar sus aloes, póngalas a la sombra o en una zona sol y sombra, riéguelas cada dos días y tal vez, con un poco de suerte, pueda normalizarlas y recuperarlas.
Asentí como cuando era niña y me regañaban por un suspenso. Entre balbuceos intenté explicarle que no lo había hecho con mala intención, que creí que era lo mejor para ellas, pero un nudo en la garganta me impidió expresarme. 
─De todas formas, si no logra recuperarlas le traeré otros esquejes.
─Gracias, Franklin, pero yo quiero salvar las mías. Me las regaló una amiga y les tengo cariño.
La terapia "aloevérica" parece que va funcionando y percibo leves tonos verdes en sus hojas. Mientras, para crear un entorno más agradable para ellas he comprado algunos cactus. Eso sí, los tengo a la sombra. Ay, cuánto estrés me producen mis plantas.







sábado, 13 de agosto de 2011

Margarita, higos y aloe vera

Mi regalo personal

Mis manos están destrozadas y las uñas han perdido su belleza. El cloro y los productos algicidas de la piscina, la tierra del jardín y los venenos contra los invasores han generado auténticos cráteres en mi piel que por más que hidrato no logro curar. Barruntaba si comprar o no una crema con corticoides en la farmacia cuando sonó el timbre de la puerta. "¿Quién será?", me pregunté extrañada. Mi grupo de conocidos estaba de vacaciones y Franklin Garden, mi amigo jardinero, ya había venido a visitarme por la mañana.
─Sí, ¿quién es? 
─Hola, soy Margarita.
Entonces me acordé. El día anterior mi marido me llamó (sigue un poco enfurruñado por no haber ido con él a ese pueblo gallego que no recuerdo el nombre) para decirme que su secretaria, Margarita, vendría por casa para dejarme un sobre muy importante; que lo dejara en su despacho y que no lo perdiera. "Según te lo dé lo llevas a mi escritorio, que tú eres muy despistada y eres capaz de usarlo como bandeja para mezclar el veneno de tus caracoles", me dijo tal cual. Por supuesto, le colgué sin despedirme y molesta por conocerme tan bien.
─¡Hola, Margarita! Te estaba esperando ─mentí para que no diera a mi marido más argumentos en mi contra─. Pasa, pasa.
Margarita es una mujer que ronda los cincuenta años y con una belleza indefinida que no se adapta a los cánones habituales: exceso de peso, pecas en la cara, gafas, un diente mellado... Sin embargo, destila un encanto imposible de lograr con silicona y demás tratamientos estéticos. Su humor y su sonrisa enamoran a cualquiera. O por lo menos a mí. Siempre me ha fascinado su carácter alegre y vivaracho, pese a los envites que le ha dado la vida: enviudó muy joven, no pudo tener hijos; invirtió sus ahorros en una compra de sellos, una auténtica estafa, y perdió casi todo su capital... Pese a todo, la sonrisa no se separa de ella.
Me entregó el sobre tan "importante" e intentó irse para no molestarme.
─No eres ninguna molestia, Margarita. Al contrario, ahora mismo no estaba haciendo nada. ¿Te quedas a tomar un té?
Tuve que insistir un buen rato, pero al final se quedó. Nunca había hablado mucho con ella, salvo en alguna cena de Navidad o presentación de mi marido. La ocasión me parecía perfecta para conocer a la mujer que compartía tanto tiempo con mi marido. No por celos, que no soy nada celosa, sino por ver cómo era, qué inquietudes tenía, qué le gustaba.
Al salir al jardín y ver mis plantas no pudo contener su emoción.
─¡Qué maravilla de lugar! ¡Qué plantas tan bonitas! ¡Ay, pero si también tienes un pequeño huerto!
La tarde se esfumó con nuestras conversaciones sobre flores, semillas, plantas aromáticas... 
Le mostré mis manos y le comenté que no sabía qué hacer.
─Si no te importa, me gustaría venir mañana y te traigo un aloe vera, fantástica planta medicinal, que sanará tu mano.
Al día siguiente Margarita cumplió con su palabra: me regaló una maceta plagada de aloe vera y una caja de higos enormes de su higuera porque, aunque aún no lo había desvelado, ella también tiene un huerto, ¡pero de los buenos!
Para agradecerle su detalle, le entregué un pequeño obsequio hecho desde el corazón: un cactus (¡qué triste queda así escrito!). Ahora tengo higos, Aloe vera y, lo mejor, una gran amiga, aunque a mi marido y a Fifí no sé qué tal les sentará. Por cierto, ¿dónde dejé el sobre?

Los higos de la higuera de Margarita

El regalo de Margarita, su Aloe Vera




domingo, 7 de agosto de 2011

La bella flor del verano

Silencio, calma... Veranear en pleno mes de agosto en la capital tiene sus ventajas. Por un lado, me permite salir de casa vestida con cualquier trapillo y no tener que mirar de un lado a otro por si me topo con alguna vecina petarda que me obliga a sonreír y a contestar sus preguntas inquisidoras mientras me fulmina con su mirada de rayos-x de arriba abajo (¡uff, que cuando consigo huir noto que me ha absorbido la mitad de mi energía vital!). Por otro, me siento libre: Fifí, Maca y Gisela se han traslado a sus residencias estivales y no volverán hasta mediados de septiembre. 
Mi marido al final me llamó y me explicó que estaba en el Norte, en algún pueblo gallego del que no recuerdo el nombre, me suplicó que me fuera con él, que me echaba de menos... Sí, sí, amor ─le contesté─, sé que me echas de menos pero en estos momentos no puedo abandonar mi frente de batalla. Los caracoles se han hecho íntimos amigos de las hormigas y planean un ataque conjunto. En cuanto venza, iré contigo. 
Desde que le expliqué mi situación no me ha vuelto a llamar, creo que está un poco mosqueado aunque no entiendo muy bien sus motivos. 

La flor de mi gardenia

Pese a mis fracasos como "hortelana de iniciación" debo confesar que mis avances como jardinera van viento en popa: esta semana ha florecido la gardenia y esta mañana me ha despertado el hibiscus con su bella flor. Mis gritos de emoción han alertado a Franklin que no ha dudado en saltar el seto de separación y volar hasta mi terraza.
─Señora, ¿qué le ocurre?
─Ay, Franklin, mira qué flor tan bonita acaba de florecer...

La flor de mi hibiscus. ¡Qué belleza!

Franklin es el jardinero de casi todos los chalés de alrededor, un hombre callado de buen corazón que tiene que soportar los desprecios de muchos nuevos-ricos que piensan que por tener más dinero pueden humillar a las personas que están por debajo de ellos. Franklin huyó por cuestiones políticas de su país y se refugió en "la madre patria". Intentó que le convalidaran su título de arquitectura, pero la falta de papeles se lo imposibilitó. Su primer trabajo fue como guarda de seguridad en una finca. A veces, para que el tiempo no se le hiciera tan eterno, cuidaba el jardín de su "señor", un buen hombre que le regaló libros de jardinería y confió en él. Al cabo de un tiempo, el "señor" le ofreció el puesto de jardinero. Aprovechó la oportunidad que le brindó y el jardín de su "señor" fue admirado y deseado por el resto de los vecinos. Unos años más tarde su "señor" falleció repentinamente. Franklin, conocido como "Franklin Garden", no tuvo problemas para encontrar trabajo: todos los de la urbanización deseaban que él cuidara su jardín.
─Ay, señora, pero no grite así, que además de asustar a las flores le puede dar un paro cardíaco.
─Sí, Franklin, tienes razón, pero no he podido contener la emoción.
Nos conocimos hace tiempo junto al contenedor de basura. Le sorprendió que yo arrastrará un cubo lleno de hojas secas, tierra y ramas. No dudó en ayudarme. Intrigado me preguntó si me había quedado sin jardinero y me entregó su tarjeta de presentación.
Sonreí.
─Nunca he tenido jardinero. Me divierte y relaja cuidar de mis plantas, pero si algún día necesito a alguien, te llamaré.
Desde aquel encontronazo surgió una leve amistad "gardeniana" entre nosotros. De vez en cuando acudo a él para resolver mis dudas hortícolas y él se pasa alguna vez por casa para aconsejarme o me ayuda a instalar el riego automático.
─Venga, Franklin, siéntate y tómate un té conmigo, que después de saltar el seto debes estar destrozado.
─Muchas gracias, señora ─jamás he conseguido que me llame por mi nombre─. Me ha dado un susto de muerte. Por mi mente han pasado mil ideas: que habían entrado los ladrones, que se había caído con su escafandra al agua... Y como su marido me dijo que la cuidara...
─¿Mi marido? 
─Ay, no le diga nada, que creo que he metido la pata... Pero es que la quiere tanto... Y yo la admiro, es la mejor señora de la urbanización y la más simpática.
─Calla, Franklin, que me ruborizo y ven a ver mis flores, que aunque no puedan competir con las tuyas también son muy bonitas.

¿Verdad que la ciudad en agosto también tiene sus encantos?

lunes, 1 de agosto de 2011

Escafandras, hormigas, algas, orquídeas...

Desde mi escafandra: hormigas, algas, caracoles, topos...
El silencio se perturbó por un ruido insistente y monótono. Pese a la escafandra que escondía mi cabeza, agudicé el oído y descubrí que el sonido provenía del timbre del salón. Me acerqué con pies de plomo, temiendo destrozar el parquet, e intenté mirar por la mirilla. Después de golpearme varias veces contra la puerta me di cuenta de que con la escafandra era imposible ver quién estaba al otro lado. Abrí temerosa, con temblor en las piernas. ¿Quién osaba entrar en mi territorio? 
Una voz chillona se coló por los orificios de la escafandra y retumbó en mis oídos.
─¡Nena!, ¿qué haces disfrazada de submarinista de siglo pasado?
Observé con detenimiento. Si era un holograma de mi amiga Fifí estaba muy conseguido. Retiré los guantes de amianto que cubrían mis manos, me acerqué hasta ella y apretujé sus tetas.
¿Qué haces? ─gritó con tono histriónico─ ¿Por qué tocas mis pechos? No me digas que eres lesbiana...
Sí, era Fifí: al tacto percibí una descompensación de diámetro entre sus senos siliconados. 
Retiré mi escafandra y sonreí al verla.
─Hola, Fifí, perdona que te haya manoseado así, pero no estaba segura de que fueras tú.
─Ay, nena, ¿qué te ocurre?
─Tengo declarada la guerra en casa: las hormigas me atacan por todos los frentes, los caracoles invaden mi huerto y unas algas verdes y asquerosas se han instalado en la piscina... No sabes cuánto estoy sufriendo. Además anoche observé unos bultos en el césped... Ay, Fifí, que seguro que es un sucio topo que se quiere comer mis petunias... Así que ahora me sumerjo en la piscina con mi kit de escafandra y cloro e intento eliminar las algas. Luego, con distintos venenos, ataco a los caracoles y, por último, con mi pistola de spray fumigo a las hormigas.
─¿Dónde está tu marido?
─Pues ahora que lo dices no lo sé. El otro día mientras estaba sumergida en la piscina le vi gesticular, pero no entendí lo que me dijo. Tal vez se haya ido de vacaciones...
─Nena, cada día me preocupas más. ¡Menos mal que mañana nos vamos a Sancti Petri!
─Uff, se me había olvidado... Lo siento, Fifí, pero este año no podré ir.
─Nena, por la Lomana, no me digas eso. ¿Por qué no vas a venir?
─No puedo abandonar el frente, es una batalla campal...
─¡Pero si mañana Borja Mari nos ha organizado una súper fiesta! ¡Y Maca nos invita luego a su yate a tomar unos mojitos!
─Lo siento, de verdad, pero esto es la guerra. ¡Y encima mi amigo Pepelu no para de mandarme fotos de sus maravillosas orquídeas! Él sí que es un buen jardinero, no como yo que fracaso tanto en el huerto como en el jardín. Ay, Fifí, pero no me pongas esos morros de enfado... Además, Pepelu estaría encantado de conocerte e ir contigo a Sacti Petri.... Shhh, sal sin hacer ruido que voy a hacer un ataque sorpresa a los caracoles...


Las orquídeas de Pepelu. Foto 1, capullos. Foto 2, inicio de la floración
Las orquídeas en flor. Una belleza efímera y pasional



sábado, 9 de julio de 2011

Pepelu y su cactus

Rojo pasión entre espinas de cactus

Mi amigo Pepelu es otro adicto al cultivo de plantas y hierbas aromáticas. La terraza de su ático está plagada de macetas con perejil, albahaca o hierbabuena. En el interior de casa esconde sus joyas más preciadas, las orquídeas, que mima con ternura y dedicación. La otra mañana me mandó desde el Norte la imagen que ilustra este blog: la flor de un cactus que trajo hace más de veinte años de Francia. Florece cada verano y despierta una sonrisa en su cara cada vez contempla su bella y roja flor.
¡Felicidades, Pepelu!

PD: Fifí está deseosa de conocerte y ya no sé qué excusas darle. Por favor, llámala, que me está volviendo loca. ;-)

martes, 5 de julio de 2011

Orquídeas para la depresión

Nuevas adquisiciones: dos orquídeas y la "planta desconocida"


Ring, ring. Fifí me telefoneó antes de las once de la mañana. Además de despertarme, su fuerte timbre de voz hizo que mis legañas rebotaran por la cama y mi corazón acelerara sus palpitaciones.
─Nena, acabo de hablar con Maca (Macarena, para los no íntimos) y hemos organizado un día de compras para ver si logramos animarte y qué nos cuentes tus desgracias. Estás tan rara últimamente...
─Fifí, te lo agradezco, pero realmente estoy muy deprimida, la ansiedad se me ha agarrado al estómago y no sé cómo superar esta leve depresión... ─Inventé cientos de excusas para esquivar la invitación, pero de nada sirvieron─. De acuerdo, pasa a buscarme a las doce.
Fifí apareció con su estilo rococó: un fucsia estrepitoso sobre sus labios de silicona, pestañas postizas y sus habituales zapatos de tacón. Maca, un poco más discreta, movía sin para la cabeza para mostrar su melena después del alisado japonés. Las elogié con sus palabras para hacerlas felices.
─Ay, estáis ideales.
Sonrieron.
─Tú vas como siempre, con tu estilo propio que nada te favorece ─rió Fifí que no soporta que no vista a la moda y en verano me ponga vestidos finos del mercadillo y calce unas alpargatas.
Después de dos horas de tortura por todas las tiendas del centro de Madrid el malhumor se reflejó en mi cara, debía huir. 
Mi móvil sonó. Llamaban de una compañía de telefonía móvil para ofertarme no se qué. Era mi oportunidad. Cogí el móvil, empecé a interpretar mi guión y me compadecí del pobre operario que no debía entender absolutamente nada.
─Sí, cariño, no te preocupes. Ahora mismo voy. Sí, cojo un taxi y en un instante estoy contigo. Yo también te quiero. Tranquilo.
Colgué.
─Chicas, os tengo que dejar, era mi marido. Le ha surgido un problema con unos papeles del banco y debo ir a su despacho. Mañana os llamo.
Rápidamente levanté la mano, paré uno de los miles de taxis que ruedan por la "milla de oro", y escapé de ellas. No tenía fuerzas para contarles que había fracasado en el cultivo de los calabacines, que he sido incapaz de lograr que salieran adelante sus frutos, que en cuanto medían más de cuatro centímetros fallecían, que mi pena es muy grande aunque aún tengo el consuelo de mi hierbabuena, el perejil, el orégano... Solo puedo contar estas desgracias en mi blog porque el resto del mundo no sabe lo que cuesta sacar adelante un macetero-huerto...
Antes de llegar a casa vi una floristería, ahora sí que iba a lograr salir levemente de mi depresión: dos orquídeas y una planta que aún no sé cómo se llama pero que en breve descubriré. Un poco de alegría para mi tristeza.




lunes, 23 de mayo de 2011

El amante



─Siempre has sido muy reservada para tus cosas y sé que no te gusta contar lo que sientes o padeces, pero esta vez sé lo que me ocultas.
Las frases de Fifí retumban desde primera hora de la mañana en mi cabeza. Reconozco que tengo una capacidad innata para poner cara de prestar atención mientras mi cabeza está a varios kilómetros de allí.
─¿Quieres un café?
─No, y no intentes distraerme. Ayer estuve con Lola, mi bruja, y vio algo extraño al echarme las cartas: "Fifí, hay alguien muy cerca de ti con el corazón partido entre dos amores. No sé si ya ha sido infiel, pero sus sentimientos son muy fuertes". Al principio no supe de quién hablaba, hasta que me acordé de ti, de los cambios que estás sufriendo últimamente, de...
─¿Un poco de bizcocho?
─No, gracias. Creo que tu relación hace aguas. Si quieres te doy el teléfono de mi abogado, el que negoció mi último divorcio y consiguió que me quedara con el chalet de la playa. Ay, nena, ¡qué intriga! Dime, dime.
─¿Qué?
─Ay, no te hagas de rogar: ¿quién es tu amante? Te juro por la Lomana que no se lo voy a contar a nadie. Además tu marido es tan culto que seguro que no se entera.
─Fifí, ¿qué dices? ─grité al oír esas palabras, giré mi cara hacia mi macetero-huerto y mis ojos se iluminaron.
─¡Ves como tienes cara de enamorada! ¿Quién es tu amante? Confiesa.
─No sé de qué hablas solo sé que estoy feliz con mi primer fruto del macetero-huerto, mi primer calabacín.
─Ay, nena, tú estás fatal, háztelo mirar porque en breve te veo vestida como la Esteban... ¡Con la ilusión que me hacía que tuvieras un amante! Sosa, que eres una sosa...

lunes, 9 de mayo de 2011

Lunes blanco


Desde mi caída libre sobre el lilo en el mes de enero (relato, aquí) las dudas no han dejado de bombardearme: ¿sobrevivirá el arbolito a una situación tan traumática?, ¿volverá a florecer?... Esas preguntas básicas de una horticultora de iniciación que no puede comentar con casi nadie. Esta mañana, un rayo de sol se ha filtrado entre las nubes y ha iluminado unas pequeñas flores blancas. Como es habitual, me he agarrado a la silla para no desmayarme al comprobar que ¡el lilo había florecido y estaba "súper-ideal" (como diría mi amiga Fifí en cualquier tienda de marca)!  

jueves, 5 de mayo de 2011

El glamour del calabacín


El despertar de las actrices en casi todas las películas es fantástico: pelo bien colocado, mejillas sonrosadas, ojos espectaculares... Mi realidad es muy distinta. Me levanto con mis rizos bailando samba por la cabeza, legañas en los ojos e incluso a veces, un hilillo seco de baba en la comisura de mis labios. Con esa imagen nada glamurosa, y después de lavarme los dientes, he salido al jardín. De pronto, por arte de ilusión y emoción, mi pelo se ha alisado, mis ojeras han desaparecido y mis mofletes se han sonrojado. Tímidamente me he acercado hasta mi macetero-huerto. Una lágrima salada ha rodado por mi cara y un leve grito histérico ha salido de mi garganta.
El sonido repetitivo del móvil me ha sacado de mi estado místico.
─Paso a buscarte en quince minutos. Me imagino que ya estarás lista, ¿no? ─ha gritado Fifí con su voz de pito.
─Ay, Fifí, que no te vas a creer lo que me ha sucedido.
─¿Qué te ocurre?, ¿por qué tienes esa voz llorosa?
─Cuando vengas a casa te lo enseño.
A los cinco minutos Fifí destrozaba con sus tacones el parquet de mi salón y corría a buscarme al jardín.
─Ay, nena, no he podido correr más... ¡Qué intriga! ¿Qué te ha pasado?
─Mira mi huerto.
Fifí miró con morritos de asco la hierbabuena, el perejil, el orégano...
─¿Qué tengo que ver?
─Observa la belleza.
─¿Belleza? Para guapa ya estoy yo...
─La flor de calabacín, la armonía amarilla... 
─Tú estás fatal.
─No, es uno de los días más felices de mi vida. Mi macetero-huerto está funcionando.
─Deberías pedir cita a mi psicólogo... Por cierto, hoy tienes el cutis divino. ¿Qué te has hecho?
─Es mi secreto, Fifí...

martes, 3 de mayo de 2011

Lindezas varias


Estas margaritas tampoco son de mi huerto, pero están en mi salón. Hay mujeres que adoran las rosas, las orquídeas o suspiran por los lirios. A mí, me encantan las margaritas: alegran la casa y no desfallecen al segundo día. Con el tiempo tal vez logre cultivarlas en el jardín aunque la verdad: ¡¡¡adoro que me las regalen mis hombres!!!
"Ay, nena, qué poco glamour tienes: no te gustan los diamantes ni las rosas", me ha soltado mi mega-pija y repulsiva amiga Fifí mientras soplaba con sus labios siliconados sobre la taza de té. He contado hasta veintitrés, me he mordido la lengua y he silenciado mi frase: "mejor amar las margaritas y la plata a ser como tú, mujer ridícula". Pero para qué perder una amistad que me proporciona tantos momentos de humor y salpica mi blog con sus jocosos comentarios.

lunes, 18 de abril de 2011

Belleza japonesa


Para no faltar a la verdad, confieso que esta camelia de Japón "Le lys" no florece en mi jardín. Pertenece a la "Estufa fría" del Parque Juan Carlos I, un pequeño invernadero en el que después de hora y media de caminata hice una parada con mi hijo para disfrutar de las distintas plantas que allí residen y contemplar el arte de la Naturaleza.

viernes, 15 de abril de 2011

Alegría, alegría, alegría


Un poco de alegría nunca viene mal, incluso cuando los pulgones siguen ganando la batalla y devorando mis fresas.... ¡"Marditos" bichos!

lunes, 11 de abril de 2011

¡Es la guerra!

Los micro-organismos amarillos en mis fresas

Mientras todos mis hombres comían torrijas en el jardín, mi plato albergaba productos dietéticos con la falsa esperanza de llegar a la operación "bañador ajustado" este verano. Para no caer en la tentación de mis suculentas torrijas, me levanté y observé con detenimiento mi huerto-macetero, mi gran orgullo. De pronto una ola de terror me inundó. Acerqué la vista y contemplé mis fresas invadidas por una plaga de micro-organismos amarillos que envolvían con finas telas de araña las hojas y danzaban por ellas como si fueran de su propiedad. Un grito histérico salió de mi boca.
─¡No puede ser! ¡Me están atacando! ¡Es una invasión!
En ese momento sonó el teléfono.
─Ay, Fifí, qué disgusto tengo.
─¿Qué te ocurre?
─Me han declarado la guerra.
─¿Quién?
─¡La naturaleza! Anoche esparcí por la petunias el veneno contra los caracoles que me regaló mi gran amiga Icíar y ahora unos pulgones amarillos han lanzado un ataque ofensivo y se están comiendo mis fresas...
─Relájate, que el estrés produce arrugas.
─¡Pero cómo quieres que me relaje! Me voy a poner mis pantalones, mi camiseta y mis botas de militar y voy a combatir a muerte contra esos micro-organismos... Ay, ¿qué puedo hacer?

El veneno para los caracoles

En teoría, al pasar los enemigos, los aniquila

miércoles, 6 de abril de 2011

Entre dichas y desdichas


DICHA
Jamás me había percatado del mundo "sobres con semillas". Es impresionante. Un universo paralelo. Semillas de toda clase y condición: tomates, perejil, caléndulas, rosas, melones, estragón, margaritas... Después de mis dudas existenciales habituales, compré un sobre de cogollos de Tudela. Al llegar a casa esparcí las semillas en un macetero convencida de que aquello jamás germinaría. Craso error. Esta mañana he contemplado, agarrada a una silla para no desmayarme, como unos pequeños tallos nacían de la tierra. ¿Serán mis adorados cogollos?, ¿serán plantas silvestres?, ¿podré algún día degustar unos cogollos con anchoas?... Ay, qué cansado es ser una inculta urbanita y qué emocionante es ser una horticultora-macetera.


DESDICHAS
El huerto poco a poco empieza a tomar cuerpo. Sin embargo el jardín pierde color. Los caracoles se están zampando mis petunias y tengo una pena, penita, pena que no me puedo aguantar. Observo los alrededores, agudizo el oído, pero aún no he pillado al zampapetunias.
─¡Olvídate de tus flores y vente al spa! ─me grita mi amiga Fifí desesperada y sin entender mi dolor.
─¡Qué poco sentimiento, Fifí, qué poco corazón!

viernes, 1 de abril de 2011

Los inicios del calabacín


Si consigo sacar algún calabacín de estas plantas me voy a volver loca preparando crema de calabacín, zarangollo, calabacines rellenos, salteado de arroz con calabacín... Sí, es mi cuento "verde" de la lechera, pero me divierto tanto. La felicidad de la tierra. ;-)

jueves, 31 de marzo de 2011

Unas fresas de lo más "cool"


Hoy tengo el honor y el placer de presentaros el macetero-huerto dedicado a las fresas. El estrés me ha dominado desde que me he enterado de que este tipo de plantas son trepadoras y crecen una barbaridad. Barruntaba mi problema de inculta urbanita cuando mi amiga Fifí me gritó con su fina voz de pito:
─Hija, no te estreses, si las plantitas de fresas está súper monas con su cartel rosa. ¡Qué combinación cromática tan espectacular! Ay, te ha quedado mega-cool.
Por supuesto, ante semejante afirmación me quedé muda, sin respuesta y con un tic nervioso que abría y cerraba mi ojo derecho al estilo de "Martes y 13".

martes, 29 de marzo de 2011

Hierbabuena y perejil



La tentación, mi gran amiga, me recordó que la paciencia no es una de mis virtudes. Asentí ante su afirmación, asumí la realidad y compré algunas plantas algo creciditas (un poco, tampoco mucho). Además, incorporé unos cartelitos (súper ideales, como diría mi amiga Fifí) para informar sobre cada elemento del macetero-huerto . Dudo que el calabacín dé sus frutos, pero por ahora puedo presumir de mi perejil y mi hierbabuena. En breve, amenizaré el blog con las imágenes de los platos que vaya elaborando con mis productos del huerto. Ahora que lo pienso... ¡Con la hierbabuena se me antoja un mojito! Decidido, también pondré fotos de las bebidas... ;-)
Tomates y calabacines para todos.


PD. Fifí es un nombre inventado para que cada cual se imagine a la Fifí que le apetezca, que todos tenemos alguna.

lunes, 28 de marzo de 2011

Antes, unas flores


Petunias y otras flores alegran el jardín de la entrada
A lo largo de la semana barrunté y elaboré mi nuevo plan para crear mi futuro maceto-huertoMi idea inicial era comprar unas cuantas semillas y esperar a que crecieran sus frutos. En el vivero cargué el carrito de petunias, margaritas y alegrías para el jardín de delante. De pronto, topé en un pasillo con un cartel que rezaba: "Todo para el huerto". Mi corazón palpitó con fuerza. En los estantes descansaban pequeños semilleros con distintas variedades de hortalizas y frutos: fresas, calabacines, zanahorias, tomates, judías... Sin darme cuenta, o sí, para qué negarlo, arramplé con varios de ellos. 
─¿Me llevo unas zanahorias? ─me pregunté en voz alta a mí misma─ ¡Me encantan!
─Ay, es que no me imagino unas zanahorias en un macetero... ─me autocontesté.
─Bueno, si tú lo dices... 
Volví a casa con el coche repleto de flores, semilleros y mucha ilusión. Por ahora plantaré las flores y mañana iniciaré mi sueño: ¡Un maceto-huerto! ¡Qué ilusión!

domingo, 27 de marzo de 2011

Maceteros tristes

Macetero triste 1.  ¿Dónde está la tierra?

Salir al jardín los primeros días de sol y buen tiempo desanima a cualquiera. Los maceteros que bordean los muros de separación muestran las marcas del duro invierno: la tierra se ha esfumado tras el paso de las lluvias y pequeñas plantas silvestres han invadido los domicilios de las petunias y geranios. 
Ahora que ha llegado la primavera es el momento de emprender "medidas florales" y atacar rápidamente el panorama desolador. Este año, además, me he propuesto crear un pequeño mini-huerto o, para ser más exactos, un macetero-huerto. ¿Lo lograré?, ¿podré degustar algún producto de cosecha propia? Poco a poco y paso a paso os descubriré mis hazañas como agricultora. ¡Que el abono, los fertilizantes y la suerte me acompañen!

Macetero triste 2. ¿De dónde han surgido estas plantas silvestres?

Ay, pena, penita, pena