martes, 24 de julio de 2012

Secar las hojas de laurel


Los clásicos siempre animan el alma. Esta primavera-verano he vivido como en un montaña rusa. De pronto, estaba en la cima, emocionada por mis grandes calabacines y lechugas. Pero, sin darme cuenta, bajaba a las profundidades más oscuras al ver cómo mis tomates eran devorados por los verdes gusanos y se les ponía el culo negro. Un vaivén de ilusión y tristeza que he sobrellevado con mis infusiones de verde optimismo y mi confianza ciega en que la Naturaleza siempre me haría un guiño seductor.
Esta mañana he contemplado mi clásico, el laurel que me regaló Nacho, he quitado algunas hojas para que se secaran y he decidido crear con él un árbol redondeado.
─¿Por qué tiendes esas hojas? ─gritó Fifí al verlas sobre la valla.
─Es laurel. Así se seca y puedo utilizarlo en la cocina.
─Nena, pues tardarías menos si las metes en la secadora.
Ay, Fifí, hay días que no sé qué hacer contigo... Me desquicias.

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