martes, 26 de agosto de 2014

Ojos de guindilla


Fifí me observó espantada, retiró sus gafas de sol, entrecerró los párpados y, a punto de desmayarse, exclamó con voz estridente.
─¡Dios mío, nena! ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué tienes los ojos semicerrados y rojos como el salmorejo? ¿Por qué lloras desconsoladamente? Ay, no me digas que sigues descompuesta porque el granizo destrozó eso que tú llamas huerto. ¡Pero si solo son unas macetas con unas plantitas! De acuerdo, no me voy a meter con tus pasiones, que cada loco con su tema, pero de ahí a ese llanto jondo... Además, a Maca no le he contado tu estrepitoso fracaso huertano de este año, que ya estoy harta de que seas el hazmerreír del barrio por tus chaladuras... Venga, nena, por favor, retira tus lágrimas y dime qué te ocurre.
Intenté abrir los ojos para explicarle mi drama, pero me fue imposible.
─Fifí, ¡no puedo!, ¡me voy a quedar ciega!
─¡Qué!
─Que siento cómo se queman mis ojos por dentro.
─¿Qué has hecho, alma de cántaro?
─Ay, que soy un desastre, que al final vas a tener razón, que soy un despiste andante y así no se puede ir por la vida...
─Oye, no te maltrates, que no pega nada con tu carácter. ¿Me puedes decir qué te pasa?
─Pues que he hecho unos espaguetis con las guindillas que me regalaron tan bonitas y picantes para dar un sabor sabrosón a la pasta. Vamos, que según estaba devorando los espaguetis con voracidad he comprendido porque soy incapaz de adelgazar, que como no ponga límite voy a rodar por la cuesta que desciende hasta el súper, así que el lunes me pongo a dieta porque...
─¡Al grano, nena, al grano! Que te vas por las ramas y no hay quien te pare.
─Bueno, pues después de hacer la pasta he ido al baño a ponerme las lentillas para que no me regañaras por ir siempre con mis gafas de intelectual y con las prisas he olvidado lavarme las manos. Supongo que en las yemas de mis dedos debía haber restos de guindilla que se han transferido a las lentillas y de ahí a mis ojos. Ahora me arden los ojos, no puedo abrirlos y tengo las lentillas con guindillas pegadas a mis córneas. ¡Ay, no veo nada! ¡Socorro!