lunes, 27 de febrero de 2012

Amor platónico en el jardín

Mi cactus corazón
─¿Quién te ha regalado ese cactus con forma de corazón? Nena, no me asustes, ¿tienes un amante?... Bueno, cuenta: ¿quién es él?, ¿a qué dedica el tiempo libre?, ¿es un ladrón?... Aunque conociéndote seguro que ha sido tu marido. Cielo, que eres muy rollo y nunca cuentas nada emocionante... ─Fifí, siguió con su monólogo durante varios minutos hasta que su grito me sacó de mis ensoñaciones─ ¡¡¡¿Quién ha sido?!!! Contesta, por Dios.
─Me lo he autorregulado. ─mentí.
─Sosa, que eres una sosa.
Tuve que mentir porque la verdad habría desencadenado un escándalo en el barrio que habito: una urbanización que destila cinismo, envidia e hipocresía. Fifí habría vociferado con voz crepitante y, aunque jurara que no se lo iba a contar a nadie (¡ni a la Lomana!), con el tiempo y con varios whisky de más, se lo relataría a alguna mega-pija que lo transmitiría vía washapp a todos sus contactos.
Sucedió una mañana de febrero, Franklin Garden, mi gran amigo jardinero, se presentó en casa para arreglar las fisuras que se habían producido en las tuberías del riego automático por las bajas temperaturas. Como siempre, le invité a un té y le relaté mi sufrimiento con el aloe.
─Si no le molesta...
─Ay, Franklin, háblame de tú, que entre nosotros hay confianza.
─Lo intentaré. Le he traído un regalo para su jardín, un detalle que espero que no la moleste.
En ese momento, en el leve cruce de miradas que hubo entre nosotros, noté el peligro. No sé explicar lo que percibí, o sí: ese amor o pasión que toda mujer detecta y del que debe huir si no desea precipitarse por el barranco.
─Me pareció que era perfecto para su colección de cactus.
La forma de corazón de la hoja, la maceta roja color pasión... ¡Una maravilla!
─Franklin, es precioso, va a ser la envidia del resto de las plantas.
─Me alegra que le haya gustado. Ahora debo irme, me esperan en el vivero.
─Hasta otro día, Franklin, y mil gracias, de corazón.
Después de varios días con dudas de mujer he comprendido que él no está enamorado de mí, que fueron imaginaciones mías, que solo quería darme un presente, que entre él y yo únicamente existe una bonita amistad, que debo controlar mi mente enamoradiza que se perturba con una tierna mirada y monta películas donde solo hay cariño. ¿Tendré razón? 

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