martes, 10 de abril de 2012

¡Qué pena más verde!


Por impaciente y desalmada, debo confesar entre lágrimas que las lechugas que trasplanté a los vasos de chupitos (¿será por el alcohol?) han perecido. Ahora las dudas me machacan: ¿las habré trasplantado antes de tiempo?, ¿habrán sufrido una insolación?, ¿habrán fallecido por notar mi ausencia durante estos días?, ¿y si hubiera esperado a que tuvieran cuatro hojas como he leído en varios foros? Ay, qué mal me siento, y encima Franklin Garden, el único hombre que me entiende, se ha ido un mes a su país... No sé sobre qué hombro llorar mis verdes penas...

¡A Dios pongo por testigo que no dejaré que el resto de mis lechugas fallezcan!, he gritado esta tarde desesperada al estilo Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó! (O eso voy a intentar)



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