miércoles, 11 de abril de 2012

Arturo y su calabacín

Mis calabacines, viento en popa a toda vela

─¡Nena, me ha dicho tu marido que vais a organizar una súper fiesta en casa para recibir al nuevo jefe del bufete! ¡Cuenta conmigo! Ay, ya estoy pensando qué modelo ponerme, he visto un vestido en un escaparate de Serrano que es ideal...
Fifí siguió con su monólogo más de media hora. No me apetecía ni escucharla, ni la fiesta en casa, pero hay veces en que debo "cumplir" con la faceta de amiga y esposa perfecta. Hoy era uno de esos fatídicos días.
La noche se me antojaba insoportable. Fifí estaba loca de emoción porque iban a acudir varios clientes "famosillos" del papel couché y no podía controlar sus ansias de codearse con ellos. 
─Eres una aburrida, nena, podías estar más contenta. ¡Me han dicho que tal vez venga la Lomana, mi ídolo!
─Fifí, esa gente es igual que nosotras. No sé por qué te producen admiración.
─Rancia, que eres una rancia.
A las nueve y media los invitados llegaron e invadieron mi espacio. Tras los saludos, sonrisas falsas y conversaciones absurdas, me escapé un momento al jardín. Mis lechugas no tenían buena cara y esa era mi mayor preocupación.
─Tienes un jardín precioso.
Sentado en el balancín estaba Arturo, el nuevo jefe del bufete, un hombre callado que no se prodigaba en elogios.
─Gracias, es mi gran afición.
─También la mía, aunque a mí me gustan más los bonsais.
─Yo soy muy impaciente y no soporto esperar tanto tiempo para ver nacer una hoja. 
─¿Qué son esos brotes?
─Es mi plantación de lechugas. Estoy sufriendo mucho. Trasplanté algunas de los semilleros y han perecido, aún tengo que experimentar más... ¡Pero mira qué bonitos están los calabacines!
─Es impresionante, ¿hace cuánto que los plantaste?
Sin darnos cuenta las horas pasaron entre esquejes, bonsais, pimientos de padrón, caléndulas... El bullicio del interior se fue apagando.
─Parece que la fiesta está terminando. Te felicito, has sido una fantástica anfitriona y hacía mucho que no me lo pasaba tan bien.
─¿No pensarás irte sin un plantón de calabacín?
─¿Me regalas uno? ¡Me haría mucha ilusión!
─Te lo doy con una condición: deberás mandarme fotos por mail para ver su evolución.
─Cuenta con ello, y si quieres un día nos vamos al botánico.
─Me parece perfecto.
Al irse con la pequeña maceta en sus manos, mi marido me miró con cara descompuesta.
─¿Qué hace Arturo con una de tus lechugas?
─Es un calabacín y se lo he regalado.
─Ay, va a pensar que estás más loca de lo normal.
─Te equivocas, está encantado, a él también le gusta la horticultura. ¿Dónde está Fifí?
─Dormida en el sofá, me parece que tanto roce con los famosos y tantos vodkas le han pasado factura. 

3 comentarios:

  1. Preciosos calabacines, yo con ellos no me acabo de entender, los tengo como despeinados y con aspecto resacoso, creo que por las noches se van de fiesta con las lechugas o algo ;) Saludos desde la huerta zaragozana.

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  2. ¡Qué tranquilidad saber que el mal de mis lechugas es por irse de juerga con tus calabacines! Ay, qué mala es la resaca ;-) Con los calabacines estaré tranquila cuando los trasplante, que no sé qué me ocurre pero en cuanto saco los plantones de los semilleros se me estropean. Saludos a Zaragoza. Ay, cuánto me gusta Aragón.

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  3. ¡QUÉ BONITO!!!!
    Tenés un hermoso blog
    y por lo visto, un bellísimo huerto!!!!!!

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